LA VIDA NO ES UNA ILUSIÓN
El Ser Conciencia, como presencia permanente e inamovible, se está asomando a su propia expresión (movimiento de felicidad), como luz que emana de sí y se refracta en millones de colores a través del prisma de la yo-soy-dad. Un prisma de tres caras llamadas cuerpo, mente y emociones. Esta figura metafórica ayuda para comprender que la esencia de ser es conciencia que se vive a sí misma como yo y los demás en: Un mundo creado por los sentidos, en un tiempo y un espacio generados por la mente, la memoria y la capacidad de generar dualidad y en la experiencia llamada sentimiento, emoción y sensación.
La esencia, en sí misma, es pura vibración energética o consciente de vida armónica que se podría también denominar felicidad inmanente, y que percibe su propia expresión a través de este instrumento o prisma del “YO SOY”. Lo que el Ser percibe a través del espejo de la mente cuando está tamizado por juicios y comparaciones fantasiosas, es parcial y fragmentado. A su vez, en la percepción de quién está percibiendo, se encuentra revelada la totalidad no fragmentada de Ser, de una manera íntima, inmediata, silenciosa y carente de cualquier necesidad, incluida la necesidad de conceptualizar, idealizar, pensar o vocalizar.
Yo Soy es real, sin embargo la irrealidad la menciono como: yo soy esta cosa o esta otra, esta persona o esta otra, este carácter o este otro, esta personalidad, este ser humano limitado. Esa es la ilusión o irrealidad en que la mirada se ve envuelta de una forma hipnótica y engañosa, cuando se cree ser lo que no se es, con el consiguiente sufrimiento y sensación de fragmentación.
Lo real de sí mismo, siendo plenitud, se mueve emanando como una corriente vital, como un río de conciencia que fluye desde cero hasta el infinito, siendo CERO= A NADA, e INFINITO= A TODO, o viceversa.
Lo real de sí mismo, siendo plenitud, se mueve emanando como una corriente vital, como un río de conciencia que fluye desde cero hasta el infinito, siendo CERO= A NADA, e INFINITO= A TODO, o viceversa.
Un río que no nace ni muere, una corriente continúa de conciencia emanando, siendo iluminada y a la vez percibida, desde sí mismo, en sí mismo, como en sí mismo y para sí mismo. La observación o atención consciente, como la luz que Ve y Conoce, anterior a los juicios duales que propone la mente (función de conciencia), es vitalidad permanentemente plena.
La identificación se produce debido a semillas de memoria. Memoria genética, aprendida dentro de la ilusión de existencia de los muchos seres, lo que me enseñaron mis padres, la educación, la cultura, la interacción con el medio ambiente, las huellas o impactos emocionales y marcas sicológicas, todo ello en una rueda de causas y efectos que va armando y ordenando la mente bajo la forma de la memoria del “yo” en el tiempo.
Así se arma una identidad para este Ser, una identidad que como forma asume una posición en el mundo manifestado, y se mueve en el tiempo desde un pasado donde se inició hasta un futuro donde morirá. Es la película de mi vida. Esta vida es ilusión, no así que sostiene todo este movimiento consciente. Vida eterna, no nacida. Esta Vida es real, no es una ilusión.
Al descubrir la ilusión que es el tiempo, inesperadamente la atención se desprende del sostenimiento de la identidad. Esto se muestra al darse cuenta de que siempre es ahora y que el pasado y el futuro son ideas, recuerdos, proyecciones que están ocurriendo ante esta conciencia ahora. Descubrir la ilusión del espacio se muestra cuando me doy cuenta de que es sólo en base a la interpretación de la percepción sensorial, que le doy realidad de existencia a las tres dimensiones espaciales, debido a los sentidos de la vista, oído, olfato, gusto y tacto.
Averiguar quién soy sin estos, como si fuera sorda, muda, ciega y sin sensación táctil, de una manera profundamente inmediata, íntima y silenciosa, donde no puede caber ni la más mínima señal de duda muestra todo como certeza que se verifica, como una revelación más que como una respuesta conceptual.
El mundo en la vigilia y el mundo en el sueño con sueños se muestran en rotación constante ante la conciencia, donde lo que los diferencia es la duración en el tiempo y la continuidad y orden que les otorga la mente. Son estados mentales presenciados por sí mismo, la conciencia sosteniendo el movimiento de los estados mentales. De este modo el mundo se muestra como el movimiento de la conciencia ante esta presencia que soy, no allí afuera, sino aquí, en mí.
La experiencia humana no es ajena sino la propia expresión de si mismo y en esto se muestra este compartir en que la salida del laberinto de los errores de comprensión, el olvido de lo que soy, es alertado una y otra vez ante la campanilla de la indicación que recuerda: NO SOY LO QUE VEO, SINO EL QUE VE.
Texto: Maria Luisa
Excelente!!.. Me Encantó!.. ♥
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