EL PEQUEÑO DICTADOR
Ambientes
donde el niño es el centro de las atenciones, donde carece de cualquier otro
tipo de responsabilidad que no sea la escuela, donde se le satisface cualquier
antojo inmediatamente, propician que el cerebro se convierta en un cerebro
frágil. El lóbulo frontal regula y organiza la información de forma lógica, de
acuerdo con principios racionales, sociales, morales y éticos. Si el niño no se
ve enfrentado a situaciones de responsabilidad y no sufre las consecuencias de
sus elecciones, este lóbulo no tendrá la suficiente información para su
desarrollo.
La
actual generación de padres puede influir en el retardo madurativo del lóbulo
frontal, adoptando conductas permisivas y sumisas y proporcionando a sus hijos
un hogar carente de valores, virtudes y carácter. El criar niños sin
responsabilidad, intolerantes a la frustración, consentidos hasta el mínimo
capricho, ocasiona este retardo en el lóbulo frontal, que hará de ellos adultos
incapaces de tomar decisiones importantes, con un estado de dependencia
permanente hacia sus padres y los demás. El dominio emocional y fortalecimiento
del carácter son determinantes en el desarrollo cognitivo e intelectual de la
personas. El humano es un ser que se desarrolla adecuadamente cuando establece
vínculos correctos con los demás; si no resuelve esta necesidad padece
sufrimientos psicológicos y resulta vulnerable social y biológicamente.
Es
importante que, desde el principio, los acostumbremos a no darles todo aquello
que nos piden, aunque económicamente no nos suponga problema. Los niños deben
valorar las cosas, aprender a esperar, a soñar, a desear lo que quieren, a
esforzarse por conseguir lo que anhelan y a no frustrarse cuando no lo pueden
obtener. De otro modo empiezan por no darle valor a las cosas y terminan por no
darle valor, a las personas. Es muy positivo hacerles saber que hay otros niños
que no tienen juguetes, que no tienen nada, que compartir proporciona
felicidad; no acaparar, ésa es una forma de regalarles la semilla de la
solidaridad y de erradicar el temprano egoísmo. El niño ha de ser rico, pero en
el número de sonrisas que recibe. La actividad lúdica es fundamental para el
desarrollo global del niño.
Formar
hijos íntegros y humanos no es tarea fácil, existe una gran presión social y
familiar para educarlos en un mundo de consumismos, complacencias,
mediocridades y flojera. Necesitamos padres valerosos que confronten y desafíen
a otras familias en el quehacer formativo, padres que ejerzan la durísima
cotidianeidad educativa. Educar exige constancia, asiduidad, entrega, disgustos
y sonrisas compartidas. No admite el desánimo ni la vacación. Es un programa de
vida, un marcarse objetivos e ir cumpliéndolos, repetir los ejemplos correctos
sin desfallecimiento. Educar es lo más bello, es compartir, ser flexible, tener
criterio, es arduo, es preocuparse, pensar, disgustarse, es tiempo y tiempo, es
querer, es llorar, es ilusionarse y aplaudir. Es vida, pura vida. Es
transmisión.
Dar
a los niños de todo como: juguetes, dinero, objetos, dejarles hacer lo que
quieren, ceder ante sus deseos, es un error, pues haremos de ellos unos
egoístas y caprichosos, unos consentidos. Pareciera que en la actualidad lo
fundamental es complacer a los hijos para evitar enfrentarlos y contradecirlos,
sin importar que eso pueda causarles confusión, y sea el origen de sus
conductas egoístas, demandantes, impulsivas y hasta agresivas. Estamos enfermos
de híper-hedonismo.
Uno
de los mayores errores que se pueden cometer con los niños es sobreprotegerlos.
Lejos de ayudarlos, les impedimos que elaboren sus propios recursos, que sean
realistas, que desarrollen su sentido común, que, en definitiva, se preparen
para la vida. Autoridad, cuyo origen latino viene del término auctoritas,
significa: Aumentar, hacer crecer, ayudar a ser más y mejor, acrecentar. Es una
postura ante los hijos de ser y estar, de mostrar coherencia, de ser paciente y
firme siempre, de no dejar de educar en ningún momento y estar disponible para
ayudarles cuando lo necesiten.
EDUCAR
CON ESFUERZO.
Los
que de pequeños se esfuerzan lo mínimo, harán lo mismo de adultos. Son niños
que siempre argumentan excusas. Hay que buscar el dominio de uno mismo, educar
en el esfuerzo cotidiano, en el creciente fortalecimiento de la voluntad
referida a todos los ámbitos, ya sean afectivos, intelectuales, deportivos,
culturales, psicológicos o espirituales. Hay que desarrollar el nivel de logro
que los hijos se marcan y exigirles autonomía y responsabilidad. El esfuerzo y
la tenacidad son lo que da valor real a la vida; lo que se logra con trabajo y
empuje se valora, y por tanto, se respeta.
EL
ENTORNO FAMILIAR.
Lo
que más moldea la personalidad del niño es el aprendizaje en la familia. La
familia es una micro-sociedad donde el niño comienza a utilizar los valores de
interrelación social que le van a marcar las pautas de conducta a utilizar
cuando se vea inmerso en la sociedad en general. Relacionarse con un amplio
número de miembros familiares favorece la correcta socialización y aporta un
amplio espectro de modelos. El niño
tirano vive en familias pequeñas, suele ser intolerante, individualista,
demandante de acción inmediata y tiende hacia el aislamiento y el hedonismo. Y
los padres, al preocuparse por satisfacer cualquier capricho de los hijos, se
convierten en padres obedientes de sus hijos.
Una
familia sana es aquella en la que se puede hablar con libertad, en la que hay
disgustos y se aceptan, en la que impera la sonrisa. La que comparte
iniciativas y afectos y transmite motivaciones. Asistir a manifestaciones
culturales, practicar deporte, comentar lo leído, ir a la iglesia, son algunas
de las muchísimas actividades que dan sentido a la vida en familia. Está
abierta al exterior, pero permite un clima de organización, de equilibrio, de
calidez. Es fundamental tener un posicionamiento alegre y positivo en la
familia y transmitirlo a sus miembros y a la sociedad.
El
acto de darles a cumplir algunas obligaciones, además de las escolares, los
hace más humildes, responsables y bondadosos, y por consiguiente, menos
tiranos. Hay que educar en el afecto, la
tolerancia, la empatía y a administrar la capacidad para planificar, para
demorar los impulsos; ésta es la auténtica prevención. Enseñar a labrar el
propio ser con amor, sembrándolo de generosidad. Transmitir una fundada
sospecha de la perduración de las cosas, algo con lo que convivimos, pues
cuando se nos mueren los nuestros, anticipamos nuestra propia muerte. Hay que
domar el sentido de la vida, incluyendo un componente vital, como la
espiritualidad.
Los
padres quieren lo mejor para sus hijos y se preocupan por su educación, pero
algunos han errado en sus prioridades, la educación de los hijos ha de ocupar
los primeros puestos. Lo fundamental no es que los hijos cuenten con recursos
abundantes ni con otras ayudas, sino con nuestra implicación permanente en su
vivir diario y muy especialmente en su formación. Los niños necesitan ser
escuchados, demandan atención, tiempo, dedicación, ilusión, que se disfrute con
ellos. Precisan normas, conceptos, que se les enseñe a debatir, a aceptar la
crítica, a reírse de sí mismos; y esto no es factible si el padre y la madre
están siempre ausentes, o cuando están no se dedican al niño.
LOS
PADRES SON LOS VERDADEROS RESPONSABLES EN LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS, ESTA NO
PUEDE SER DELEGADA A LOS DEMÁS.
La
adolescencia, responsabilidad y amor a la verdad. Nuestros hijos, más que nunca, se enfrentarán
por ellos mismos con la pornografía, el satanismo, el materialismo, la
drogadicción, la vulgaridad y la glorificación de la violencia. Necesitarán una
familia valerosa que pueda decir "no" y mantenerse firme en sus
reglas y normas familiares, a pesar de la presión psicológica que pueden
ejercer hacia sus padres para obtener sus deseos. No estaría mal que los
jóvenes conozcan lo que cuesta cada plaza escolar, ponerlo en la puerta de cada
clase. Los padres han de hacer comprobar al hijo que es mucho más ventajoso
decir la verdad (aunque suponga el reconocimiento de algo mal hecho). Como
siempre, se basa en el ejemplo de los adultos, en la responsabilidad y en
evitar la complicidad o entender la mentira.
TEXTO:
“EL PEQUEÑO DICTADOR” del autor: Javier Urra, psicólogo clínico y pedagogo
terapeuta.
¡¡¡EXCELENTE ARTICULO!!!
ResponderEliminarMUY BUEN ARTICULO GRACIAS.
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